
Entre los alimentos funcionales destacan: los que contienen determinados minerales, vitaminas, ácidos grasos o fibra alimentaria, los alimentos a los que se han añadido sustancias biológicamente activas, como fitoquímicos u otros antioxidantes, y los probióticos que contienen cultivos vivos de microorganismos beneficiosos.
Según lo expuesto y los diversos estudios realizados sobre la composición química de la granada y más recientemente acerca de sus efectos sobre la salud, podemos considerar a la granada como un alimento funcional (Melgarejo, 2010).
Los antocianos son los compuestos considerados responsables del color rojo de las granadas; la importancia de estos compuestos fenólicos radica en su acción antioxidante que protege frente a los radicales libres y retrasa el proceso de envejecimiento de las células.
La actividad captadora de radicales libres de estos flavonoides ha sido demostrada en distintos estudios, por ejemplo el de Espín et al. (2000). Se estima que un 10 % de la capacidad antioxidante del zumo de granada se debe a la presencia de estos polifenoles, los antocianos (Gil et al., 2000).